La depresión es una enfermedad mental que se caracteriza por una tristeza profunda sin motivo aparente, aunque algunas circunstancias en la vida, en ocasiones, pueden llevar a una depresión.
Las personas que no superan a tiempo la muerte de un ser querido, una ruptura amorosa o una situación económica crítica pueden tener más riesgo de padecerla. Es importante distinguirla de estados de tristeza pasajera o de periodos de tiempo en los que una persona se está recuperando de una situación difícil, como el caso del duelo.
Aun así, puede haber diferentes grados con diversos síntomas. Por ejemplo, el paciente puede manifestar alteraciones en el sueño, sufrir insomnio o dormir demasiado. El llanto puede aparecer a menudo, así como la falta de aseo personal o un bajo estado de ánimo. La depresión puede desencadenar en dificultades para la concentración, pérdida de apetito o, por el contrario, provocar que la persona que lo padece coma demasiado.
En los casos más graves puede haber autolesiones e incluso riesgo de suicidio. Se trata de una enfermedad que puede incapacitar a la persona para desarrollar su trabajo, pero debe ser el profesional sanitario el que determine si requiere la baja laboral por depresión tras un diagnóstico claro.
La incapacidad por depresión puede ser temporal
La incapacidad laboral se produce cuando el trabajador no es capaz de desempeñar las funciones habituales de su puesto de trabajo o no puede llevarlas a cabo al nivel requerido y alcanzado hasta la fecha. El médico es el profesional competente para determinar si una persona es incapaz.
Es importante señalar que, si tras 18 meses, el paciente no ha salido de la depresión, comienzan los trámites para valorar una posible incapacidad permanente.
Motivos que hacen de la tristeza una enfermedad incapacitante
Una baja por depresión está siempre justificada, ya que si es considerada por el profesional sanitario es porque existe una enfermedad real. Cuando se dan estados depresivos puntuales o épocas de tristeza pasajera el médico no concede la baja.
En estos casos, el paciente puede necesitar asistencia psicológica para hacer la situación más llevadera y/o superarla antes, pero puede continuar trabajando. Sin embargo, un diagnóstico de depresión es más serio, ya que se trata de una enfermedad mental que además suele requerir tratamiento farmacológico.
¿Cómo saber cuándo estamos ante una depresión y, por tanto, una incapacidad para trabajar?
La sensación constante de no poder seguir con la rutina, la irritabilidad en el ambiente laboral, bajo rendimiento, dificultad de concentración, mayores despistes en el trabajo, ralentización en las tareas, desmotivación e impuntualidad frecuente, son síntomas comunes de la enfermedad que repercuten directamente en el trabajo. Cuando se combinan varios de ellos con otros que ya se han detallado, suele ser motivo suficiente para hablar de depresión e incapacidad laboral.
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